El Mar de Aral, el mar que se convirtio en desierto.







El impacto de las acividades del hombre, pueden tener efectos devastadores sobre el medio ambiente.

Violentas tormentas de polvo son cada vez más frecuentes en varias regiones de Asia Central. El desaparecido Mar de Aral ha dado paso a una cantidad enorme de arena que viaja con estas tormentas llevando consigo sal contaminada y productos químicos.
Hace 40 años en Asia Central había un mar. Hoy es una de las zonas más secas de la región. El Mar de Aral era como una isla de frescura entre dos desiertos. Era una reserva de agua enorme, con un hábitat y un biotopo muy ricos, dotados de una rica biodiversidad. Ahora llamamos al mar desaparecido “Aralkoum”, el desierto de Aral. Se puede ver por todas partes, el mar se ha convertido en un desierto.
Cuando el nivel del mar bajó uno de los mayores problemas fue la desaparición de valiosas especies de peces. Los pescadores que vivían en la costa perdieron sus trabajos. También hubo otro problema, el antiguo lecho marino se convirtió en una peligrosa plataforma de polvo, sal, aerosoles y productos químicos que viajan con el viento. Al dispersarse han acabado con casi toda la vegetación en 150 kilómetros a la redonda. La explotación intensiva e ineficaz de los ríos que alimentaban el Mar de Aral acabó diviéndolo en tres pequeños lagos. El Mar de Aral perdió unos 50,000 kilómetros cuadrados de superficie.
Hasta principios de los años 60 el mar de Aral era el cuarto lago más grande del mundo, abarcaba una superficie de 66.000 kilómetros cuadrados y almacenaba mil kilómetros cúbicos de agua. En ellas se capturaban al año 40.000 toneladas de peces y sus deltas tributarios alojaban docenas de lagos menores, pantanos y una superficie de 550.000 hectáreas de tierras húmedas.
Hoy es uno de los mayores desastres ecológicos de los últimos tiempos y un claro, por dramático, ejemplo de adonde puede llevar el desarrollo si se ignora por completo el medio ambiente donde se produce.
Para compensar estos efectos se está intentando repoblar el antiguo lecho marino con plantas capaces de crecer en ese tipo de condiciones tan adversas.

La historia
Entre 1954 y 1960 el gobierno de Moscú ordenó la construcción de un canal de 500 kms. que tomaría un tercio del agua del río Amu Daria y la distribuiría en una gran cuenca para regar los inmensos campos de algodón con los que se pretendía que la Unión Soviética fuera autosuficiente en esta producción.
Los resultados fueron satisfactorios, pues se pasó de cultivar una superficie en torno a los cuatro millones de hectáreas en 1960 a siete millones veinte años después, mientras que la población de la zona pasaba de 14 a cerca de 25 millones de habitantes.
Para que esto ocurriera no bastó, desde luego el caudal inicial, sino que fue aumentando el caudal destinado a la irrigación, tomado éste de los ríos afluentes del Amu Darya y el Syr Darya, hasta que, en los años ochenta, la aportación de estos al mar de Aral era de tan sólo el 10% que en 1960.
Paralelo a este desmesurado consumo de agua en región tan seca estuvo la poca eficiencia del riego -canales no recubiertos y malos sistemas de drenaje y la utilización de fertilizantes y pesticidas.

Los resultados
Este gran lago servía como amortiguador del clima extremo de la zona, por lo que su enorme disminución ha hecho más duro los inviernos y los veranos. Tampoco se ha de olvidar la tremenda sequía que asola desde hace unos años los países de la región.
Su desecación ha dejado al descubierto más de 30.000 kms. cuadrados de arenas salinizadas que el viento lleva en millones de toneladas hasta distancias superiores a los 200 kms.
Ésta también produjo una bajada del nivel freático que descendió de 53 a 36 metros. La pesca comercial, tras desaparecer 28 de las treinta especies de peces que habitaban aquellas aguas y quedar muchos pueblos pesqueros a 60 kms. de la orilla del lago, desapareció.

Los efectos en la salud
No menos pavoroso resulta hablar de los resultados de esta catástrofe sobre la salud de los habitantes de la región, afectada ésta por el uso de plaguicidas y fertilizantes que el cultivo del algodón requiere y la salinidad del agua potable, cuatro veces superior (40 gramos por litro) al límite establecido por la OMS.
Así los casos de hepatitis, cáncer de garganta, enfermedades respiratorias, de los ojos e infecciones intestinales se han multiplicado por siete al número existente en 1960. La región registra la mayor mortalidad infantil de toda la antigua URSS.
La bronquitis crónica ha aumentado un 3.000% y la artritis un 6.000. En la región uzbeka de Karakalpakstán, las mujeres padecen una pandemia de anemia y el 97% de ellas tiene unos niveles de hemoglobina muy inferiores a los 110 gramos por litro de sangre que fija la OMS.
La causa de esto último se debería al agua, saturada de estroncio, zinc y manganeso. En esta misma zona de Uzbekistán el cáncer de hígado creció de 1981 a 1987 un 200%, el de garganta un 25% y la mortalidad infantil se elevó un 20%.
Como ya hemos dicho al principio, el desastre del mar de Aral es una trágica evidencia de lo que puede ocurrir si desarrollamos nuestros actos ajenos al medio ambiente que nos rodea, sobre todo si estos afectan a los recursos naturales y a la salud.

Hoy en día muchas regiones de este planeta, y el propio planeta, sufren procesos parecidos al del mar de Aral en una u otra fase. Los que hoy tachan de alarmistas o difamadores a quienes denuncian estas situaciones no estarán cuando el daño sea irreversible y, si lo están, no podrán arreglar lo que ya será irremediable, como en el Mar de Aral.

Fuentes, clubdelamar.org y es.euronews.net



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