Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México.




El Palacio de Bellas Artes fue inaugurado la noche del 29 de septiembre de 1934, ubicado en el Centro Histórico de la Ciudad de México, es la máxima casa de cultura del país, considerado el teatro lírico más relevante de México, y el centro más importante dedicado a las bellas artes en todas sus manifestaciones.
La Unesco lo declaró monumento artístico en 1987. En su interior se encuentran murales de José Clemente Orozco, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, entre otros; también se han presentado obras de Rufino Tamayo.
Fue encargado por el presidente mexicano Porfirio Díaz al final de su mandato con motivo de la celebración del Centenario del Inicio de la Independencia de México. Depende del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). Este recinto alberga diversos escenarios y salas para la práctica y exposición de obras de arte. Destaca la gran sala de espectáculos, con un aforo para 1,800 personas y un escenario de veinticuatro metros de longitud. En él se encuentra el gran telón antifuego (único en el mundo dentro de un teatro de ópera) con la imagen de los volcanes mexicanos Popocatépetl e Iztaccíhuatl, y un peso de 24 toneladas. Este telón fue encargado a la Casa Tiffany de Nueva York a modo de un enorme rompecabezas. En el techo de la sala se encuentra la lámpara de cristales, que fue diseñada por el húngaro Geza Marotti y en la que se representa al dios griego Apolo rodeado de las musas de las artes. La Orquesta Sinfónica Nacional, la Compañía Nacional de Teatro, la Compañía Nacional de Ópera y la Compañía Nacional de Danza presentan sus temporadas en este recinto. Es la sede de dos museos: el Museo del Palacio de Bellas Artes y el Museo Nacional de Arquitectura.
El edificio se comenzó a construir el 2 de abril de 1904  con el objeto de reemplazar al demolido Teatro Nacional de México. El proyecto estuvo a cargo del arquitecto italiano Adamo Boari, quien diseñó un edificio ecléctico mezclando los estilos Art nouveau y Art decó en su construcción se emplearon mármol blanco en la fachada y mármoles de diversos tonos en el interior, que cuenta con obras de los grandes muralistas mexicanos (David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera, José Clemente Orozco etc).
La altura del edificio es de 52 metros hasta el espiral y 42,5 m hasta el techo. Cuenta con 4 pisos y un estacionamiento subterráneo. Además de la Sala principal hay otros espacios como la Sala Manuel M. Ponce, Sala Adamo Boari, una cafetería, una librería y salas de exposiciones tanto temporales como permanentes.
El edificio debía ocupar el área comprendida entre las calles La Mariscala, Puente de San Francisco, Santa Isabel y Mirador de la Alameda (hoy llamadas avenida Hidalgo, avenida Juárez, Eje Central Lázaro Cárdenas y Ángela Peralta). Debido a problemas técnicos de hundimiento del suelo, problemas económicos, la salida de Boari del país y la Revolución mexicana, la construcción fue suspendida y reanudada varias veces durante treinta años, en vez de terminarse en los cuatro años originalmente programados.
El hundimiento del suelo comenzó a hacerse manifiesto en 1907, y es un problema que aún hoy se puede apreciar, pues el Palacio se encuentra varios metros por debajo del nivel de la calle. Con el estallido de la Revolución Mexicana en 1910, el ritmo de la obra fue perdiendo velocidad hasta que finalmente se suspendió en 1916 y Boari abandonó México, dejando en el país más de cuatro mil documentos para la continuación del proyecto. La obra se intentó retomar entre 1919 y 1928, con pocos avances.
Cuando México recuperó la estabilidad en términos económicos y sociales, la obra fue retomada en 1931 bajo el mando del arquitecto Federico Mariscal, portando ya el nombre de Palacio de Bellas Artes, y fue inaugurado oficialmente el 29 de septiembre de 1934, por el Presidente Abelardo L. Rodríguez, con la obra teatral La verdad sospechosa de Juan Ruiz de Alarcón interpretada por la eximia actriz mexicana María Tereza Montoya.

Al comenzar el siglo XX, el gobierno de Porfirio Díaz autorizó la construcción de un gran teatro que sustituyera al recién demolido Teatro Nacional (1901). La tarea fue encomendada al arquitecto Adamo Boari y debía ser una de las grandes obras públicas que mostraran el esplendor del régimen al aproximarse el primer centenario de la independencia de México.
En 1904 comenzaron los trabajos de cimentación en el predio que se localizaba junto al extremo oriente de la Alameda central donde anteriormente se encontraba el convento de Santa Isabel. En 1907, las obras fueron interrumpidas debido a que la construcción comenzó a hundirse. En los años siguientes el suelo fue inyectado con cemento y cal líquida y luego reforzado con arena, cal y arcilla. A pesar de los problemas técnicos, los trabajos de edificación nunca fueron interrumpidos, pero no fue posible concluirlo para 1910.
A pesar de la Revolución mexicana, Boari continuó con el proyecto hasta 1916, año en que la terrible situación financiera que asolaba las finanzas públicas del país lo impidió. En la década de los veintes, el proyecto original fue cancelado y se hicieron las modificaciones convenientes para concluirlo como un modesto teatro. Sin embargo, los vaivenes de la política impidieron terminarlo siquiera como un foro de menor envergadura.
Al comenzar la década de 1930, la obra inconclusa ya era parte del paisaje urbano de la Ciudad de México. El 5 de febrero, Pascual Ortiz Rubio tomó posesión de la presidencia de la república y designó al arquitecto Federico Mariscal como responsable de la obra. A partir de 1932, Mariscal aprovechó cada espacio terminado pero le imprimió su propio estilo para las partes aún inconclusas, los acabados y la decoración interior.
El Art Noveau de Boari –visible aún en algunas partes del exterior– fue complementado por el Art Déco, que representaba la vanguardia del momento, pero Mariscal recuperó los elementos prehispánicos utilizados por Boari, como mascarones de caballeros tigre y águila, así como serpientes y otros ornamentos en las esculturas y remates.
La renuncia de Ortiz Rubio a la presidencia (1932) volvió a crear un ambiente de incertidumbre para el futuro del Palacio, pero el nuevo presidente, Abelardo L. Rodríguez, apoyó la culminación del proyecto. En un informe titulado Apuntes para el proyecto de terminación, Alberto J. Pani y Federico Mariscal informaron al ingeniero Marte R. Gómez, Secretario de Hacienda y Crédito Público, que el 10 de mayo de ese mismo año habían concluido la construcción del recinto y agregaban: “El régimen revolucionario, llegado a su plenitud, en vez de concluir el Teatro Nacional, ha construido en realidad un edificio nuevo que ya no abrigará las veladas de una aristocracia imposible, sino el concierto, la conferencia, la exposición y el espectáculo que señalen todos los días la ascensión de un arte como el nuestro, cuyo valor sólo cede en magnitud a la indiferencia de que ha sido objeto”.
El 29 de septiembre de 1934, el presidente Abelardo L. Rodríguez inauguró la magna obra. Habían transcurrido casi más de 30 años desde la colocación de la primera piedra. El Nuevo Teatro Nacional, conocido desde entonces como Palacio de Bellas Artes, terminaba la historia de su construcción. La idea original del porfiriato, edificar un teatro para regocijo de la alta sociedad de entonces había sido rebasada. El nuevo palacio debía impulsar la construcción de algo más sólido: una institución cultural.
Fuentes: bicentenario.com.mx, wikipedia

2 comentarios:

  1. Hola muy buena información pero no tienen las medidas de largo altura y todo eso o algún plano?

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  2. Excelente información; me agrada la explicación y la historia, tengo familiares que viven fuera de la Cd de México y siempre que vienen de visita lo primero que hacemos es llevarlos al Palacio. Por dentro es un lugar con un lujo único la verdad me gusta apreciarlo mucho.

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